La felicidad pura, es un estado tan efímero que cuando la encuentras debes disfrutarla al máximo. Seguramente después de ella vendrá algún rato desagradable que haga girar el rumbo de las cosas, pero hasta que ese momento se dé, hay que aprovecharse.
Hasta hace unos días pensaba que algunas veces por mucho esfuerzo que pongas de tu parte, hay cosas que nunca conseguirás cambiar un ápice. Cuando ves que ese esfuerzo ha conseguido mover y cambiar un poco las cosas, te dan esperanzas para seguir intentándolo, así que también puedo decir que la felicidad es un bálsamo que te da fuerzas suficientes para seguir luchando contra imposibles. Quizás las probabilidades de que las cosas salgan como uno espera son escasas, pero ya no son nulas, porque el porcentaje se agranda cuando algo sucede como tú siempre habías esperado.
No hay sensación más maravillosa en el mundo que el esfuerzo, ilusión y ganas que depositas en algo que ya das por perdido, se turne hacia una esperanza ínfima que no creerías que pudiera llegar, si eso sucede, tu fe se incrementa, tu ilusión y esfuerzo también y todo se debe a que has conseguido obtener el significado correcto de la felicidad.
Me recuerda todo a una clase de música en la universidad, nuestra profesora estaba convencida de que todo el mundo tenemos una melodía propia, una sucesión de notas que, tocada en determinado orden, sugestiona nuestro cuerpo y hace que este reaccione positivamente (un baile, una sonrisa, dejarte en calma…). Cada persona tiene la suya propia y muchos aun no saben cuál es… Mi felicidad es como eso, soñar todos los días con esa melodía y cuando menos te lo esperas alguien, sin tener noción de ello, presiona las teclas de un recurrente piano y mi mente se desinhibe momentáneamente de todo lo malo que me rodea porque está concentrada en mi melodía, me siento bien, soy feliz.
Hoy, sin querer o queriendo, no lo sé, alguien especial ha tocado las primeras estrofas de esa melodía y me ha hecho sonreír. Gracias, no eres consciente del bien que me has hecho.