Parece ser que la historia se remonta a hace más de 6.000 años en los territorios de Sumeria, Mesopotamia y la antigua ciudad de Babilonia donde ya sabían reconocer las constelaciones de Leo, Tauro y Escorpio aunque con otros nombres...
El ser humano por naturaleza siempre ha buscado una respuesta a cada acontecimiento y cuando sucedía algo que no entendían o podían explicar se buscaba una especie de fuerza que hubiera provocado este tipo de acontecimientos.
La idea más sencilla era mirar al cielo, esa inmensidad que dictaba la luz, el tiempo, los eclipses, los planetas, la luna y sus cambios de forma o las estrellas que aparecían y desaparecían según las noches y dando paso al estudio de esa fuente de conocimiento surgieron dos vertientes:
La vertiente científica o Astronomía (el estudio de los cuerpos celestes) ayudó a los poblados a predecir el tiempo con la creación de las estaciones que sirvieron para saber cuando era más propicio cazar, cultivar, abrigarse, explorar nuevos territorios y guiar la vuelta a casa teniendo como brújula el sol o las estrellas.
Y una vertientes menos empíricas y más subjetivas como la religión y la Astrología (el discurso sobre las estrellas), basadas en distintas fes. Muchos llegaron a creer que las respuestas a esas preguntas inexplicables también las tenía el cielo, por ello nacieron las deidades (alguien marcaba los acontecimientos), mientras otros se inclinaron a leer el futuro con los cambios sucedidos en aquella inmensidad sobre sus cabezas, que dependiendo de que fuesen, profetizaban algo bueno o algo catastrófico (los acontecimientos ya estaban escritos y simplemente había que saber leerlos).