SOBRE ¡QUE VIVAN LOS NOVIOS!...

El sábado pasado contrajo matrimonio un ex compañero de trabajo que se convirtió gradualmente en un gran amigo, con su novia de toda la vida. Para mí fue un orgullo estar invitado, y aunque tengo quizás la mente en otro sitio, no me hubiera perdonado no haber podido asistir.

Era de esas ceremonias en que parece estar todo en tú contra, por un lado los invitados, donde se encuentra la gente con la que trabajaste durante 5 años y un día, y entre ellos el dueño de dicho negocio, con el que las últimas palabras no fueron precisamente amigables. Lo siento, tengo un grado de paciencia, pero cuando se sobrepasa termino reventando por todos los lados y cuando entre en su despacho ya llevaba en mano mi carta de renuncia en mano y con esos hechos, lo que la otra persona y su prepotencia consigan hacer o decir, ya saben por dónde me lo voy a pasar, otra cosa no, pero carácter tengo mucho.

Por otro lado, nunca he caído bien a ciertas personas de la cuadrilla del novio y si juntamos eso a que poca más gente en esa boda vas a conocer y que se celebra fuera de tu ciudad justo en un día grande en ella, parece de antemano que está todo puesto en tu contra. Nada más lejos de la realidad…

La ceremonia no se me hizo pesada (ya se sabe que la iglesia y lo que la rodea y mi persona no son muy compatibles) y tuvo momentos muy emotivos, lo que hizo saltar bastantes emociones entre los presentes y de alguna manera enorgullecerse de que las cosas les empiezan a ir genial.

Me sentí acogido con mis compañeros, incluso mi ex jefe tuvo la decencia de venir a charlar un rato conmigo y preocuparse por mi situación actual y a la vez yo me preocupe por la empresa, preguntando que tal iba todo. Se hicieron bastantes fotos, que me imagino llegarán tarde o temprano a mi alcance.

Me sentaron en una mesa con los dos de mantenimiento, la chica del laboratorio, mi amigo “el gafas”, mi vecina y los acompañantes de esa gente y me sentí muy cómodo, como si me hubiera marchado en el día de ayer. La comida espectacular, muy bueno todo y eso que los que me conocen saben que yo soy muy “tikismikis” en ese sentido. Entre plato y plato nos amenizaron con un par de acordeones, que alargaron dicho momentos.

Los novios se mostraron muy felices y joviales, haciéndonos participes en todo momento de su fiesta y preocupándose de que todo el mundo estuviera a gusto. Tuvieron su sorpresa a la hora del baile, con el cual nos dejaron a todos con la boca abierta y posteriormente, nos invitaron junto a algunos ex compañeros más a un ágape en un bar que se encontraba cerca del restaurante. Pasada la medianoche, la gente que vino en mi coche, me preguntaron si era una hora propicia para marcharnos y así hicimos, despidiéndonos de los novios, que de nuevo preguntaron por qué tal nos lo habíamos pasado.

Lo mejor que puedo definir en respuesta a esa pregunta es genial, porque si bien no me hubiera perdido esa boda por nada del mundo, iba muy receloso por cómo iban a ocurrir los hechos y es con diferencia una de las bodas en las que más me he divertido/entretenido y me hicieron olvidar en todo momento muchas cosas que pasan por mi cargada cabeza.

La norma es que los novios te den la gracias por asistir, pero lo único que puedo decir en este caso es gracias por haberme invitado y gracias de paso a todos mis ex compañeros por el trato recibido y la acogida a mi persona. Y retomando el tema de los novios, les deseo de corazón lo mejor, pues hacen una pareja increíble y siempre les he notado muy unidos tanto en lo malo como en lo bueno y se de buena tinta que son buena gente. Espero que disfruten y mucho de su luna de miel y que vuelvan con el gran rollo con el que nos dejaron en la boda.