Quienes me conocen saben que soy un gran aficionado al baloncesto desde hace décadas. Empezó a engatusar en aquellos partidos de la Nba de mediados y finales de los 80 y principios de los 90 que retransmitía Ramón Trecet y me llamaba especialmente la atención un equipo que vestía de purpura y oro, cuyo líder, a pesar de estar dando sus últimos coletazos una leyenda como Kareem Abdul Jabbar era un mago del balón.
Y si, nos voy a engañar, mi MJ siempre ha sido Magic Johnson y no Jordan, a cual respeto y me impresiona todo lo que hizo, pero no era capaz de dar pases sin mirar o centrar toda su atención en el que va a hacer ahora que no hayamos visto antes, sin referirme a meter canastones.
Posteriormente me empezó a gustar el baloncesto que podía ver, el de la Acb o el de competiciones europeas y declaré mi amor al blanco. Dos equipos de distintas competiciones de los que soy muy crítico aunque ganen y de lo que no he dejado de preocuparme en los peores años...
Las generaciones fueron evolucionando y llegó en la 96/97 un jugador al draft sin pasar por la universidad, con 18 años y no con 21 que fue elegido por los Charlotte Hornets en decimo tercera posición y Jerry West, por entonces manager general de los Lakers se lo cambió a la franquicia de la avispa por el hasta entonces su pívot titular Vlade Divac.Un auténtico despropósito en ese momento pero que los periódicos creyeron que a la larga iba a ser una buena inversión porque ese imberbe llegaría a ser con tiempo y paciencia una verdadera maravilla y mientras tanto podía crecer a la sombra de la nueva estrella angelina, Shaquille O'Neal.
Y a la larga ha sido uno de los mejores traspasos de la historia de la Nba y una ganga para los fans del equipo angelino...