Os parecerá una tontería pero cuando ves las cosas mal y ves las reacciones de la gente te das cuenta que personas te aprecian y quién, aunque digan ser tus amigos, si están a tu alrededor es por pura conveniencia.
Hace unas semanas recuperamos una vieja rutina de cenas entresemana, un excompañero de curro y yo. Una especie de rutina de no perdernos de vista y disfrutar de unos buenos momentos, momentos que hacían cuando menos olvidar algunos tragos que aún digiero y tardaré en digerir. El hecho de reírnos, de pasar un buen rato y saber que dentro de poco volverás a repetirlo tanto o mejor, te da alas e hilo de esperanza.
Por otro lado, la persona con la que he encabezado esta entrada, vive relativamente lejos y no le vemos con asiduidad, por lo menos no tanta como quisiéramos. Pero tiene el detalle de alguna manera de estar ahí cuando se le necesita, sin necesidad de llamarle y cuando regresa a nuestras tierras nos invita a los dos a compartir aunque sea una cena con él.
Ni que decir que tiene una pequeñaja de un añito (musa de este blog ya) que ha heredado de su padre las ganas de ver bien a la gente. Me impacta que tras casi seis meses sin verla, al principio le dé un poco de miedo al ser un perfecto desconocido y al cabo de un rato este jugando conmigo y dándome de comer, con una sonrisa que ilumina a cualquier persona amargada, como es mi caso.
El hecho de juntarnos con la excusa de cenar y recordar viejos tiempos, hablar de nuevos y poder decir las cosas tal cual las piensas habiendo oídos que te quieran escuchar, para mi simplemente es como un milagro.
Quizás le siga sorprendiendo el hecho de que no esté a gusto con lo que se me brinda, que siendo fiestas dentro de poco en mi pueblo, me dé simplemente igual no salir. Cuando hasta hace un año era francamente vital para mí (nadie me imagina diciendo un NO rotundo a la batalla del vino), pero aunque lo hiciera, por tal como se porta la gente con su egoísmo incontenido, no iba a disfrutar de una milésima parte de lo que lo he hecho esta noche.
Me siento una persona directa, cuando las cosas van mal las digo y cuando van bien también, aunque nadie me entienda, prefiero estar acompañado de gente como la de esta noche, y no rodeado de cientos a los que les importo literalmente una mierda. Como dice el dicho mejor solo que mal acompañado. Y la felicidad se consigue cuando uno está a gusto por la situación que le toca vivir, independientemente de las personas que participen en ella.