Leyendas urbanas en la música hay unas cuantas, pero quiero creer que la primera tiene que ver con Niccolò Paganini (1782-1840), un virtuoso violinista de cámara considerado por muchos el mejor de la historia.
Tan bueno era y tan difícil de imitar, por su técnica musical, que muchos pensaron que parte de culpa la tenía su anatomía. Un hombre alto, de naturaleza esquelética y con unas manos tan sumamente largas que algunos datos de la época llegaron a afirmar que medían “45 centímetros”. Sin duda, su aspecto famélico, su animadversión a lo eclesiástico y su afición de ir a tocar a cementerios por las noches, causaba cierta impresión y mal rollos a las masas, pero al escuchar su música todo esto quedaba olvidado.
Hay dos teorías con respecto a su pacto con el diablo:
1) Fue su madre Teresa Bocciardo quien al cumplir los cinco años de edad su hijo, realizó un acuerdo con Satanás. El alma de su pequeño a cambio de ser uno de los mejores violinistas de la historia, superando a su progenitor.
2) La más aclamada, incluso contada por gente cercana al violinista, a los 9 años hizo ese pacto: “Le dijo que su alma era suya a cambio de tocar como un ángel. Se encendió una luz que nos cegó. Paganini se puso de pie y siguió su camino”.
La leyenda va más allá, porque para tal fin, el demonio le regaló un violín especial que sólo tocado por él conseguiría que lo terrenal se uniese con lo celestial.
Tonterías de aquella época en la que un ser genéticamente extraño, hijo de violinista y enemigo de la religión, observó como su virtud era considerada algo malo…
Curiosamente esta leyenda vuelve a ocurrir siglos después…