CAPITULO 4.
Mi inestabilidad emocional a la llegada al motel era apoteósica. Mi cerebro pensaba en el tiempo que iban a tardar en encontrarme allí, sabiendo mi identidad y añadiendo el plus que mis relaciones sociales son apenas nulas. Si seguían la conexión después de mis familiares, buscarían a mis amistades y carentes de ellas, removerían mi pasado y el punto clave era mi ex, dueña del motel en el que me encontraba. Además habían estado en mi casa y había demasiadas pistas sobre “mi amiga” del motel, que demasiados quebraderos de cabeza me había dado con mi mujer…
Los nervios me estaban jugando una mala pasada, así que me dio por meterme whisky en vena con el fin de calmarme. Soy un mierdas, vendrán a por mí y me matarán y no pondré resistencia y… ¿qué me queda en la vida?. A estas alturas habré perdido mi trabajo, no tengo familia, ni amigos y apenas me queda dinero.
Pensé que la mejor solución era suicidarme. Para ello cogí mi cinturón, lo ate a la lámpara de la habitación, me subí a la silla e intente ahorcarme, con tan mala fortuna que la lámpara cedió y solo conseguí estamparme contra el suelo además de un golpe en la nuca con la propia lámpara. Borracho y desquiciado me dio por llorar y acabe pensando que descansar mucho era la solución a corto plazo y me metí a dormir.
A eso de medianoche, no recuerdo si de ese día o el siguiente, golpearon mi puerta.
- ¡Abre, soy yo!. Un par de personas me han preguntado en consigna si te he visto y les he mandado a un pueblo a 40 km de aquí.
- Bien hecho, pero lo mejor es que cierres el motel y te largues cuanto antes.
- No, el motel es mi vida, es lo único que me queda…
Se dio un disparo y deje de oírla, la frase continuaría pero ella la dejo a medias. Por una vez que me preocupo por alguien y mira como me lo agradece, recibiendo un disparo que no llevaba su nombre. De todas formas estaba bien aleccionada y murió haciendo lo que debía, avisarme.
Los efectos del alcohol aun perduraban y me envalentoné, rompí la botella de whisky, esa sería mi arma y el que estuviera detrás de la puerta mi objetivo. Total si me mataba, por lo menos hice algo con sentido, ya estaba muerto si no llega a ser por la maldita lámpara y más muerto aún tras matarla a ella, mi última conexión social con el mundo.
Tuve suerte, el hecho de que mi habitación no tuviera luz y que la puerta aun estuviera cerrada, era un hándicap a mi favor. Me coloque a un costado de la puerta...
¡Blam, blam! Dos disparos a la cerradura, una patada a la puerta y… una botella de whisky partida a su garganta. Seccionada la yugular, no llegó a articular ni gesto de ahogamiento en su propia sangre cuando ya yacía muerto. Cogí la pipa, en este caso revolver, y conté los agujeros del tambor, tres disparos quedan y sólo me queda un tío…
Por suerte no era 007 y erró un disparo a traición, volví a entrar a la habitación, conté hasta dos y salí disparando con los ojos cerrados hacia la dirección de donde había venido la bala. No me digan cómo, pero una de las tres balas le acertó en el cerebro.
- ¿Qué has hecho? , dijo una voz desde otra habitación del motel.
- Sobrevivir, respondí
- Es gente del mayor capo de esta ciudad, eres hombre muerto…
- Aunque parece no tener sentido con mi anterior respuesta, hace tiempo que lo estoy...
Esa pequeña conversación con aquel hombre me ayudó mucho, me reveló quien era mi enemigo, ahora solo me quedaba conocerle mejor y terminar por todas con este jaleo, o él o yo. Él, tiene a su gente y yo he muerto hoy varias veces, no le queda nada por quitarme y ya saben, el hombre más peligroso es al que ya no le queda nada por perder ya que carece de miedos...
CAPITULO 4.Mi inestabilidad emocional a la llegada al motel era apoteósica. Mi cerebro pensaba en el tiempo que iban a tardar en encontrarme allí, sabiendo mi identidad y añadiendo el plus que mis relaciones sociales son apenas nulas. Si seguían la conexión después de mis familiares, buscarían a mis amistades y carentes de ellas, removerían mi pasado y el punto clave era mi ex, dueña del motel en el que me encontraba. Además habían estado en mi casa y había demasiadas pistas sobre “mi amiga” del motel, que demasiados quebraderos de cabeza me había dado con mi mujer…
Los nervios me estaban jugando una mala pasada, así que me dio por meterme whisky en vena con el fin de calmarme. Soy un mierdas, vendrán a por mí y me matarán y no pondré resistencia y… ¿qué me queda en la vida?. A estas alturas habré perdido mi trabajo, no tengo familia, ni amigos y apenas me queda dinero.
Pensé que la mejor solución era suicidarme. Para ello cogí mi cinturón, lo ate a la lámpara de la habitación, me subí a la silla e intente ahorcarme, con tan mala fortuna que la lámpara cedió y solo conseguí estamparme contra el suelo además de un golpe en la nuca con la propia lámpara. Borracho y desquiciado me dio por llorar y acabe pensando que descansar mucho era la solución a corto plazo y me metí a dormir.
A eso de medianoche, no recuerdo si de ese día o el siguiente, golpearon mi puerta.
- ¡Abre, soy yo!. Un par de personas me han preguntado en consigna si te he visto y les he mandado a un pueblo a 40 km de aquí.
- Bien hecho, pero lo mejor es que cierres el motel y te largues cuanto antes.
- No, el motel es mi vida, es lo único que me queda…
Se dio un disparo y deje de oírla, la frase continuaría pero ella la dejo a medias. Por una vez que me preocupo por alguien y mira como me lo agradece, recibiendo un disparo que no llevaba su nombre. De todas formas estaba bien aleccionada y murió haciendo lo que debía, avisarme.
Los efectos del alcohol aun perduraban y me envalentoné, rompí la botella de whisky, esa sería mi arma y el que estuviera detrás de la puerta mi objetivo. Total si me mataba, por lo menos hice algo con sentido, ya estaba muerto si no llega a ser por la maldita lámpara y más muerto aún tras matarla a ella, mi última conexión social con el mundo.
Tuve suerte, el hecho de que mi habitación no tuviera luz y que la puerta aun estuviera cerrada, era un hándicap a mi favor. Me coloque a un costado de la puerta...
¡Blam, blam! Dos disparos a la cerradura, una patada a la puerta y… una botella de whisky partida a su garganta. Seccionada la yugular, no llegó a articular ni gesto de ahogamiento en su propia sangre cuando ya yacía muerto. Cogí la pipa, en este caso revolver, y conté los agujeros del tambor, tres disparos quedan y sólo me queda un tío…
Por suerte no era 007 y erró un disparo a traición, volví a entrar a la habitación, conté hasta dos y salí disparando con los ojos cerrados hacia la dirección de donde había venido la bala. No me digan cómo, pero una de las tres balas le acertó en el cerebro.
- ¿Qué has hecho? , dijo una voz desde otra habitación del motel.
- Sobrevivir, respondí
- Es gente del mayor capo de esta ciudad, eres hombre muerto…
- Aunque parece no tener sentido con mi anterior respuesta, hace tiempo que lo estoy...
Esa pequeña conversación con aquel hombre me ayudó mucho, me reveló quien era mi enemigo, ahora solo me quedaba conocerle mejor y terminar por todas con este jaleo, o él o yo. Él, tiene a su gente y yo he muerto hoy varias veces, no le queda nada por quitarme y ya saben, el hombre más peligroso es al que ya no le queda nada por perder ya que carece de miedos...
Mi inestabilidad emocional a la llegada al motel era apoteósica. Mi cerebro pensaba en el tiempo que iban a tardar en encontrarme allí, sabiendo mi identidad y añadiendo el plus que mis relaciones sociales son apenas nulas. Si seguían la conexión después de mis familiares, buscarían a mis amistades y carentes de ellas, removerían mi pasado y el punto clave era mi ex, dueña del motel en el que me encontraba. Además habían estado en mi casa y había demasiadas pistas sobre “mi amiga” del motel, que demasiados quebraderos de cabeza me había dado con mi mujer…
Los nervios me estaban jugando una mala pasada, así que me dio por meterme whisky en vena con el fin de calmarme. Soy un mierdas, vendrán a por mí y me matarán y no pondré resistencia y… ¿qué me queda en la vida?. A estas alturas habré perdido mi trabajo, no tengo familia, ni amigos y apenas me queda dinero.
Pensé que la mejor solución era suicidarme. Para ello cogí mi cinturón, lo ate a la lámpara de la habitación, me subí a la silla e intente ahorcarme, con tan mala fortuna que la lámpara cedió y solo conseguí estamparme contra el suelo además de un golpe en la nuca con la propia lámpara. Borracho y desquiciado me dio por llorar y acabe pensando que descansar mucho era la solución a corto plazo y me metí a dormir.
A eso de medianoche, no recuerdo si de ese día o el siguiente, golpearon mi puerta.
- ¡Abre, soy yo!. Un par de personas me han preguntado en consigna si te he visto y les he mandado a un pueblo a 40 km de aquí.
- Bien hecho, pero lo mejor es que cierres el motel y te largues cuanto antes.
- No, el motel es mi vida, es lo único que me queda…
Se dio un disparo y deje de oírla, la frase continuaría pero ella la dejo a medias. Por una vez que me preocupo por alguien y mira como me lo agradece, recibiendo un disparo que no llevaba su nombre. De todas formas estaba bien aleccionada y murió haciendo lo que debía, avisarme.
Los efectos del alcohol aun perduraban y me envalentoné, rompí la botella de whisky, esa sería mi arma y el que estuviera detrás de la puerta mi objetivo. Total si me mataba, por lo menos hice algo con sentido, ya estaba muerto si no llega a ser por la maldita lámpara y más muerto aún tras matarla a ella, mi última conexión social con el mundo.
Tuve suerte, el hecho de que mi habitación no tuviera luz y que la puerta aun estuviera cerrada, era un hándicap a mi favor. Me coloque a un costado de la puerta...
¡Blam, blam! Dos disparos a la cerradura, una patada a la puerta y… una botella de whisky partida a su garganta. Seccionada la yugular, no llegó a articular ni gesto de ahogamiento en su propia sangre cuando ya yacía muerto. Cogí la pipa, en este caso revolver, y conté los agujeros del tambor, tres disparos quedan y sólo me queda un tío…
Por suerte no era 007 y erró un disparo a traición, volví a entrar a la habitación, conté hasta dos y salí disparando con los ojos cerrados hacia la dirección de donde había venido la bala. No me digan cómo, pero una de las tres balas le acertó en el cerebro.
- ¿Qué has hecho? , dijo una voz desde otra habitación del motel.
- Sobrevivir, respondí
- Es gente del mayor capo de esta ciudad, eres hombre muerto…
- Aunque parece no tener sentido con mi anterior respuesta, hace tiempo que lo estoy...
Esa pequeña conversación con aquel hombre me ayudó mucho, me reveló quien era mi enemigo, ahora solo me quedaba conocerle mejor y terminar por todas con este jaleo, o él o yo. Él, tiene a su gente y yo he muerto hoy varias veces, no le queda nada por quitarme y ya saben, el hombre más peligroso es al que ya no le queda nada por perder ya que carece de miedos...